- Otra vez solo… - Dije mientras paseaba por mi casa. Desde que tenia memoria siempre era lo mismo: Mis padres me obligaban a mudarme cada vez que tenian que irse al extranjero y yo no podía tener amigos, porque después siempre se cortaba la comunicación y me sentia solo. Después ellos siempre iban a trabajar durante dias sin pasar por casa y me dejaban solo con la comida para varios dias. Gracias a eso podia aventajar a muchos a la hora de preparar comidas, pero por el resto me sentía muy solo.
¿Acaso eso no podia cambiar? Tenia prácticamente lo que me apetecia porque mis padres cobraban mucho y tenia siempre dinero para lo que queria ya que me enseñaron desde pequeño a ahorrar. Ahora estaba con el juego nuevo de Bakugan, donde en las tiendas vendian esas bolas que a la hora de combatir se transformaban en seres gigantes que luchaban. Pero no podian hablar… Eran unos seres increíbles, pero que no servian para consolar esa soledad que sentia por dentro.
Decidi salir a dar un paseo por el parque, para ver como era la ciudad donde me habia mudado a continuación. Me llevaba los bakugans por si encontraba a alguien con quien jugar, aunque algo me decia que no iba a encontrar a nadie.
Finalmente llegué al parque, y tal y como sospechaba no habia nadie. Fui a sentarme a uno de los pocos bancos que habia por alli, para observar el paisaje del parque. La naturaleza se mostraba en todo su esplendor mientras yo me consumía en la mas absoluta soledad.
Mientras pensaba en eso, de repente vi un gran destello que me cegó durante unos segundos. Cuando terminó el destello me encontraba aun en el parque, pero no estaba solo: Habia un bakugan Pyrus a mi lado, exactamente un Dragonoid. Me sorprendí de encontrarme uno allí, ya que eran muy raros. Le recogí y le empecé a observar detenidamente y lo abrí dejandole abierto en mi mano, esperando con una esperanza vana de que me hablase.
No lo hizo. Suspiré y le devolví a su forma normal de bola y volví a mi casa para prepararme la cena, ya que estaba anocheciendo. Una vez me fui a dormir, no podía conciliar el sueño. Había algo que me inquietaba de todo, pero no sabía el que. Me senté en mi cama y dirigí mi mirada hacia los bakugans; donde estaba el Dragonoid junto a los demas.
Entonces el Dragonoid se movió por si solo. Me froté los ojos para ver si solo era una vision producida por el sueño, pero era real: El Dragonoid se movía. Me acerqué lentamente a él, por si acaso ocurria algo extraño. Me sentía asustado, pero algo me decía que no iba a pasarme nada malo.
Ese presentimiento se transformó en palabras que dijo el propio Dragonoid: ¿Dónde estoy? ¿Y quién eres?
Me quedé callado unos instantes asimilando varias cosas; como que un bakugan había hablado. Pronto recuperé el habla y logré responder a sus preguntas y hacerle una yo: Estas en mi casa. Y me llamo Caradryan. ¿Cómo te llamas tú?
El misterioso Dragonoid respondió con su voz grave y profunda, que daba a entender seriedad: Me llamo Drago. Creo… que soy tu Bakugan Guardian.
Esa afirmación casi me echó hacia atrás como si me hubiesen empujado; aunque no me moví del sitio. Ni sabia que era un Bakugan Guardian, o que demonios estaba pasando aquí. Decidí dejar de darle vueltas, estaba casi dormido y pronto me desplomaría sobre Drago si no me acostaba pronto.
- Ya hablamos mañana, Drago. Buenas noches. – Dije dando un bostezo y recostandome sobre mi cama. Mientras, Drago se volvió de nuevo a su forma de bola a dormir.
Al dia siguiente me desperté y eché una mirada a mis bakugans, pensando en que el día de ayer era un sueño raro producido por comer algo en mal estado, pero ahí estaba: Drago en su forma de bola. Me intenté levantar sin hacer ruido, pero Drago me notó enseguida.
- Ya estas despierto… - Dijo Drago mientras se abria. Su respuesta era una afirmación mas que una pregunta. Me sentía algo incómodo siendo observado por un bakugan que ademas podía hablar. Decidi contestarle.
- Si… Bueno, preparate Drago, tenemos que ir a mi nuevo instituto. No puedo faltar el primer día de clase. – Dije mientras me cambiaba de ropa a la de mi nuevo uniforme de la escuela. Era de color verde limón muy feo donde nos obligaban a llevar corbata. Bajé a desayunar, donde me esperaba que mis padres no estuviesen ahí para apoyarme en mi primer día en mi nuevo instituto.
- ¿Dónde estan tus padres? – Preguntó Drago seriamente y observando mi casa con detenimiento. Era algo raro tener a un bakugan observandolo todo.
- Estaran trabajando. Muchas veces no se pasan en semanas por casa y me dejan dinero para que pueda comprar la comida y esas cosas. – Dije algo deprimido mientras me preparaba el desayuno y lo empezaba a comer.
- Debes de sentirte solo… - Dijo Drago con un tono que incitaba a que sentía como compasión de mi, o que sentia hasta empatia. Terminé rapido de comer y metí a Drago en su funda; a pesar de sus protestas. Entonces abrí la puerta y fui a mi nuevo instituto para presentarme ante mis próximos compañeros de clase.
Una vez llegué allí, fui a la sala del Director para terminar de rellenar los papeles antes de ir a clase. Una vez llegué me presenté ante el resto de mis compañeros sin decir mucho sobre mí y me senté en silencio en uno de los pupitres que había libres. Entonces empezó la clase.
La clase transcurrió con normalidad y llegó la hora del descanso. Me levanté del pupitre y me dirigí a la azotea. Me senté allí y mire hacia el cielo. Era un cielo claro y azul, sin apenas mas que unos jirones de nubes blancas como el algodón. Se hizo unos momentos de silencio antes de que Drago hablase.
- No hablas con nadie… ¿A qué se debe? – Preguntó Drago, hasta él se daba cuenta de que mi actitud no era muy normal. Pero yo ya tenía experiencia en eso de las mudanzas continuas y no sabía si me iba a quedar mucho tiempo en ese instituto o me iba a cambiar de ciudad de nuevo.
- Es porque no quiero hacer amigos que en un par de dias ya no pueda volver a verles. – Dije seriamente sin dejar de mirar al cielo. Muchas veces soñaba que saltaba desde un rascacielos, y entonces aparecian unas alas en mi espalda que me permitían volar lejos… muy lejos de aquel sufrimiento de la soledad continua.
- Pero eso no lo sabrás hasta que no lo intentes. – Dijo Drago con la mayor lógica que pudiese haber en el mundo, pero yo no podía abrir mi corazon de nuevo con esa posibilidad de que mis padres tuviesen que mudarse de nuevo.
- Dejalo Drago, ¿vale? Tenemos que volver a clase. – Dije con un tono que tajaba el debate de plano mientras sonaba la campana que anunciaba que había que volver a clase. La clase volvió a transcurrir con normalidad entre matemáticas, literatura y historia. Al final sonó la campana de fin de las clases, donde yo recogí mis cosas y me dirigí solo con Drago a casa.
Una vez allí me empecé a preparar la comida bajo la atenta mirada de Drago. Después de comer y ver la tele me dirigí a bañarme, donde me llevé a Drago y lo coloqué en una especie de cuenco donde no entraba el agua y así el podía flotar en el agua sin tener que nadar.
Al principio del baño todo iba bien, hasta que me dí cuenta de que tenía que bañar a Drago. Cogí un cepillo pequeño y empecé a restregar su suciedad. Al principio Drago se quejó, pero muy pronto empezó a darme indicaciones de donde tenia que limpiarle.
- Como me he metido en esto… - Murmuré preguntandome a mi mismo como había acabado de la noche a la mañana con un bakugan parlante en mi casa. Mientras pensaba eso la canoa empezó a hundirse y para cuando me di cuenta tenia que rescatar a Drago del fondo de la bañera.
- Haber si tienes mas cuidado, que casi me ahogo. – Dijo Drago algo enfadado. De repente empecé a reir. Era como si hubiese olvidado reir y ahora había aprendido de nuevo a hacerlo y la sensación era maravillosa. Noté entonces como si mi soledad hubiese desaparecido dentro de mí de golpe. Era una sensación totalmente nueva para mí. Entonces me di cuenta de que; aunque no queria volver a abrir mi corazon a los demas por temor a que me hiciesen daño, lo había abierto involuntariamente al tener de compañero a Drago. Por una vez, tenía un amigo que sabía que siempre estaría a mi lado.